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jueves, 3 de abril de 2014

sospechosa



Hoy me siento como un policía en mi aduana.
Me miro de arriba abajo desconfiando de mí.
Me digo identifíquese sin saber quién soy.
Me provoco, me intento sonsacar,
me fuerzo un poco más, me pongo en entredicho,
me espeto un par de bromas que no funcionan
y paso a la acción.
Me intimido, me amenazo, me cacheo entera,
desde la mordaza hasta la última palabra.
No me voy a dar por vencida:
me sobran vergüenzas.
Ya me sé el resto: siempre es lo mismo.
Ahora viene la llamada
—pruebo de urgencia con la esperanza,
lo he hecho más veces:
da tono pero nunca responde—
y, ahora, el golpe
—a mí me duele más que a ti, me grito
antes de darme el primer tortazo—
pero no suelto prenda.
Qué esperabas —la derrota otra vez—:
la incertidumbre es un vacío lleno de silencios.
Al final me canso de mí. Me suelto,
siempre igual, y me dejo marchar
pero me aviso con la promesa del vigía:
ándate con ojo.


Sé que podría ser peligrosa:
soy mi principal sospechosa,
nadie puede hacerme más daño.

Ya no me vale tu coartada.


andrea mazas

Fotografía de Laura Makabresku
 

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