No.
Hubo un tiempo en que creí saberlo todo de ti. De mí, pensabas, lo sabías todo,
y nos queríamos. Pero fue accidental, tú lo sabes, que me pensaras tuya o que
yo te creyera mío. El tiempo se alió con esa falsa certeza, nos negó el don de
la duda y cuando por fin, entonces sí, nos supimos enteros, el amor fue solo
una palabra a la espera de algo en papel reciclado. Quién sabe la cantidad de
luz que fue necesaria para que tú y yo creyéramos que aquello era especial solo
porque tenía que ver contigo y conmigo. Bastó la palabra para que aquella
magnífica traducción de nuestros impulsos se convirtiera en lo que hoy
recordamos como pasión. La rutina volvió a hacer de nosotros los dos
desconocidos aquellos, lejanos, que no aprenderían a quererse. Acepté el lado
de la cama, la lista de la compra, larga, larga, los domingos en familia, las
reuniones con el doble de amigos, el arañazo de tu gato, los celos y las faldas
cortas cuando yo pensaba en pijama. Escuché a tu madre y a la mía. Escuché a tu
padre; el mío no opinó. Escuché tus quejas; tú, las mías. Ordené las fotos de
los viajes por hacer y el resto de restos que quedan, y todo ¿para qué? Sigo
durmiendo solo en un lado de la cama, la lista de la compra sigue siendo
ofensiva, los domingos, qué decir, siguen siendo domingos, tus amigos son los
míos, el gato se quedó conmigo, hay un plus de muebles de Ikea que nadie quiso,
que nadie quiere, los celos siguen gritando en la memoria y las faldas cortas
te recuerdan, igual que mi madre y mi padre, que dicen que los tuyos quizá
tenían razón y que esta chica tal vez no fuera chica para ti. Por fin se
entienden: bravo. Pero las fotos ofenden y los restos me restan, y ahora sé que
nada de esto tenía que ver con el amor. Dime, ¿dónde, en todo este ruido,
estábamos nosotros?
Con
todo ya empaquetado-encajado-etiquetado y el camión de la mudanza a la espera,
la despedida solo es el ritual romántico, poético, callado, con el que cerramos
el círculo mágico con el que empezó nuestra mentira. En la carretera ya no
somos dos.
andrea mazas
andrea mazas
Bello, muy bello. Y sobre todo, impecablemente escrito. Saludos y mi admiración.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras, Héctor. Un fuerte abrazo.
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