era primavera y teníamos nueve años
vestíamos de riguroso blanco y portábamos un
palo
en el extremo del palo no volaba una paloma
de papel
en el corazón de papel de esa no paloma
habíamos escrito la palabra paz
a la de tres todos izamos nuestras palomas de
papel quietas en el extremo de su palo
a la de tres otra vez todos los niños
gritamos tres veces paz antes de dejar el palo en el suelo para poder plantar
una semilla
después nos sacudimos las manos y volvimos al
aula, cada uno a la suya
la paloma que no volaba en el extremo de su
palo quedó inerte junto a la semilla que cada uno plantó
el papel de la no paloma desapareció pronto,
quizá el viento lo llevó a otro colegio,
y con él se fue la palabra paz
pero hoy
los niños ya somos hombres
en el patio de nuestra escuela creció un bosque,
un árbol por cada uno de nosotros
y los pájaros se posan en sus ramas cuando se
detienen a su paso
para después emprender el vuelo de nuevo y
año tras año volver para posarse otra vez y otra vez marcharse:
son muchos los colegios a los que van los pájaros
a comprobar si los niños siguen jugando,
muchos los lugares a los que vuelan para ver
cómo llevan los hombres el asunto de la paz
porque a los pájaros no les valen los
símbolos y alguien ha de darles vuelo
andrea mazas