"Trois allumettes une à une allumées
dans la nuit.
La premiére pour voir ton visage tout
entier.
La seconde pour voir tes yeux.
La dernière pour voir ta bouche
et l'obscuritè tout entière pour me
rappeler tout cela
en te serrant dans mes bras."
Paris at night, Jacques Prévert
mientras el paraíso
se partía en dos en tu boca
iba contando con los dedos
the streets les rues
las calles
que tendría yo que desandar
para volver al tiempo cero
a arrancarte con los dientes
—una a una—
las hojas de parra
en que se camuflaba tu misterio
pero
la primera cerilla no ardió:
quedó mojada en mi pantalón
cuando a tu why not
siguió un solo de arpa
la segunda encendió
el ducados que quise
contigo fumar a medias
mientras mi retórica con tu adolescencia
quería yo que ablandase
le monde
el metal
las carreteras los monumentos
que no tuve tiempo de advocarte
la tercera quedó rota
varias veces en mis dedos
cuando elogiaste una debilidad
con que quise deprisa vestirme
para no necesitar ni siquiera
una noche para rememorarte
para desafiar juntos a un manzano
—sólo uno—
y salir a buscar
con tu rostro intacto,
a plena luz del día,
belle de jour,
una cueva de dragones
donde aprender despacio
a trenzarte el pelo
y, sin embargo,
se agotaron los fósforos
y una noche imposible
dejó mojado el fuego
cuando me quedé
a pesar de todo
—extranjero sin mochila
mordiéndose las uñas—
a presenciar la sutileza
con que tus pies descalzos
vírgenes de mi boca
abortaban en aquella cafetería
todos los calores posibles.
(A Alfonso Paso, actor, poeta y, sobre
todo, farandulero, que una tarde abrió su caja de fósforos para contarnos la historia en
la que se inspira el poema, uno de esos incontables encuentros que quedan
reducidos a los puntos suspensivos de los que surgen... y a Óscar Rodríguez, mucho más que poeta que regala versos y al que quiero por tantas razones que dedicarle un poema resulta anecdótico.)