hay quien monta una barraca sobre una fosa de
adjetivos
pero yo creo que la palabra debería ser
siempre
una llave, y no un telón o una máscara
y leo del modo en que trato de vivir,
con luz y buenas vistas, sin cortinas,
y así también trato de escribir,
como intuyo que lo hacen mis maestros,
los aventajados peones de la palabra,
que derriban la cuarta pared de la poesía
y dejan abiertas todas las puertas de su casa
y yo entro en ella para sentirme como en la
mía,
y me sirvo de ellos y repito, si es preciso,
sin miramientos,
y allí dentro, mientras suena la música,
paseo por sus líneas tomando nota
de telas, soportes, flores, grifería
y también de los desperfectos
y de las grietas y de la pintura levantada
allí donde ellos pierden el paso y se agota
el ritmo,
y dentro, más dentro todavía,
casi al final del pasillo, veo
sus joyas, sus valiosos cuadros, sus souvenirs,
que me dan ganas de robar y echar a correr
porque me siento pobre y no como en mi casa
pero hay demasiados testigos y da igual
porque enseguida me doy cuenta de que
sus joyas, sus valiosos cuadros, sus
souvenirs
no quedarían bien en mis paredes porque
desentonarían
con mis desperfectos, mis grietas, mi pintura
levantada,
y entonces sé que llega la hora de irse a la francesa,
pero me cuesta alcanzar la
salida porque me entretengo
abriendo
otras puertas del pasillo, como esta,
que yo no quería abrir ahora, porque yo solo venía a decir
que la palabra debería ser siempre
una llave, y no un telón o una máscara, pero
hay quien monta una barraca sobre una fosa de adjetivosandrea mazas