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lunes, 16 de septiembre de 2013

de la musa a la música [I]: nana para andrea



Ciertas tardes te pasas con la siesta. Te despiertas cuando otros se están preparando para dormir... y no sabes si en el sueño que acabas de tener, pero que ya no recuerdas, has dejado perdido al niño que creías ser. Las moralejas se amontonan, entonces, en el cerebro y no hacen la vida más fácil. Ya no enseñan nada o, en todo caso, te enseñan a olvidar lo importante para que te centres en cómo conseguir tu plato de lentejas de cada día. Aburrimiento... Pero quedan los dragones. Si somos capaces de reconocerlos, ellos pueden salvarnos y devolvernos el sentido del cuento.

Con esta canción, Andrés Sudón y yo, una tarde de niño lejano y siesta terrible, nos recuperamos el dragón y nos salvamos del aburrimiento que, de vez en cuando, implica ser adulto. 



Nana para Andrea

Letra: Andrés Sudón y Andrea Mazas. 
Música: Andrés Sudón.

He soñado que era un niño
que imaginaba ser mayor
y, digan lo que digan,
las cosas no son como son.

Hoy me he pasado con la siesta.
La luna se ha quedado a medias.
(Te sienta bien la camiseta...
Echo de menos las pesetas.)

Abajo hay un jardín romántico
de flores cortadas que esperan secas,
pero Caperucita se ha roto la cadera.

Peter Pan ya se ha cansado
de estudiar bachillerato.
Quiere hacer oposiciones
para Capitán Garfio.

Abajo hay un infierno helado
y un hada se lanza del balancín.
El viento levanta fotogramas de la infancia
y Wendy no aguanta a que llegue la ambulancia.

No me entra el traje de princesa.
Detesto el título de reina.
A esta mazmorra no le iría mal
un dragón enorme.

Abajo hay un infierno helado
abandonado de la mano del diablo.
Los cuentos eran ciertos
pero no las moralejas.

Yo cambié mi infancia
por un plato de lentejas.
 




miércoles, 11 de septiembre de 2013

¿yo loca?



Abre la jaula, que salgan los grillos.
Mi cerebro está harto de ser un payaso sin circo.

Corta la cuerda, deja libres mis caballos.
Prefiero la deriva a tu trampa de asfalto.

A los agentes de seguros les valen mis zapatos.

Sé que tras la fachada de tu psiquiátrico
escondes las ruinas de mi viejo palacio.

No me mires así. No soy ni musa ni tonta ni tanto.
La caricatura de mi seguridad es un cementerio en llamas.

Si me das a elegir, me quedo en blanco.

Ilustración tomada de Dirks Big Bunny Blog.  

sábado, 7 de septiembre de 2013

sobre todo la boca

Sobre todo la boca,
que es todas las de la noche,
que me roban la mueca fingida
y me obligan a creer de nuevo
en el sexo de los adolescentes
en los portales de la luna.

Todas las bocas que puedo reunir
para incendiar en una noche la imaginación
y tus bosques de eucaliptos,
están aquí entre los dos,
para recorrerte dando saltitos
no sin miedo, de rama en rama,
                                        de brazo a brazo
con la fuerza de todas ellas
en mi único cuerpo,
peludo, diminuto, de ardilla,
para llegar con las bocas secas
al faro del fin del mundo
a beberte entre algas,
a inventarte y reinventarte
entre fantasmas y pasados
que no molestan ni impiden
un beso más y último.

Todas las bocas en mi boca:
la escondida, la callada,
la que hipnotiza y arrastra a tientas un verso,
la del placer,
la impresionista, la malva,
la que improvisada das por previsible.

Y más, más bocas:
la partida que Frida me prestó
para boicotear la esperanza
y tolerar el dolor,
la suspendida en la cuerda
que Satie pulsa en su tecla blanca
cuando todo mi cuerpo
se convierte en toda vida,
en puro orgasmo de candor solitario,
la inmortal para besarte siempre,
la boca-Gaia que picotean
los pájaros de mi silencio,
la que resume los sueños
y contiene a la humanidad
«sin el alivio final de morir»,
la cerrada y la que besa y chupa
y come del suelo cuando
se transforma en poesía
y en primera vez,
la que sonríe, la que llora
la que jadea,
la que te recibe y se queda contigo,
la que te traga
despacio    despacio    despacio.

Todas las bocas:
la musical, de cuerda, metal,
la florista que te va recogiendo
nomeolvides a hurtadillas
al prender un cigarro más
antes de la despedida,
la que besa, la que besa, la que te besa
y no se cansa de besarte,
la párvula que bebe a morro de las fuentes
tragos largos de agua fría
para volver a los doce años
y besarte como si nunca antes
lo hubiera hecho.

Todas mis bocas vírgenes
y sus labios cachorros,
aprendices de mago,
pupilos diligentes de tu lengua,
de tu saliva dulce y caliente.

Todas, todas, todas las bocas
que me descubriste la primera noche
están aquí para besarte siempre. 

Morning Sun, de Edward Hopper