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jueves, 25 de abril de 2013

tanto



tanto amigo de opinión a bocajarro
tanto experto en romance sin secuencia
tanto hablar de tragedia en los cafés
tanto ir de vuelta de la vida
tanto engaño de prórroga y segundos tiempos
tanto destripar el blablablá de las pasiones sospechadas
tanto remedio de ascensor para el aburrimiento
tanto gusto por hablar por hablar por hablar
tanto taparse la grieta con la del vecino
tanto charlatán, tanto juez, tanto poeta
tanto políticamente(in)correcto 
tanto tertuliano del sentimiento
tanto sabelotodo (tanto, tanto)
tanto así sí, así no
tanto desoírse el silencio
tanto onanista de la palabra
tanto tú y tanto yo, pero sobre todo
tanto yo y yo y yo y yo y yo y yo y
tanto, esa inexacta medida de la mediocridad.

Nos volvemos tontos con tales tantos.
Mucho.

domingo, 7 de abril de 2013

ausencia



Me quieres, me llenas de poema.  
Te vas y quedo viva  
en un cementerio de ilusiones. Todos los días.
Me cruzo con fantasmas habituales.
Preguntan cómo estás. Pura formalidad.
Hablan de un desguace de placeres efímeros,
un punto de reciclaje cotidiano, un largo pasillo.
La duda desarma moraleja y moralina;
la contrahora reduce desdén, celos, rabia.
Quedan siempre ganas y deseo,
y tu consejo a tiempo, a punto, caramelo,
manchado por tanta palabra sin rumbo,
hinchada de miedo.
Tengo las rutas de la memoria mezcladas. Estoy.
Estoy perdida. Nadie sabe. Yo no sé.
No hay leyenda ni tiene número 
la escala del mapa de esta casa muda.
Hay una llegada del minuto a minuto a nosotros,
pero el reloj se pone autómata y yo soy robot;
busco rutina como sueño que me salve,
que ponga en marcha la noche en punto muerto,
sin ti, infinita.
Tengo un retraso en la felicidad.
Hay una vida posible que aúlla en esta sala de espera.
La puerta está abierta. Intuyo el umbral, pero no lo veo.
No se enseña. Es otro espectro,
como el abrazo en el que nos recibimos para siempre.
En él me quedo, eso sí,
enganchada en la hora de la ausencia.
El espejo se ralla —algún día quizá, el día que tú y yo, algún día quizá, el día que tú y yo, algún día quizá, el día que tú y yo—.
¿Con qué ojos me miro ahora?
Mis canas son las secuelas de la nostalgia.
La piel sabe de ti más que yo, horadada por tus intermitencias.
Dejas lagunas, surcos de tiempo, que socava tu presencia entrecortada.
¿Cómo decirlo? Me haces tierra fértil y luego
mi ropa interior se moja de dolor,
se me desmorona el amor cuando te marchas.
Te espero, me amenazo, me mato de silencio.
Improviso una coartada, sé cómo hacerlo, cómo salvarme de tu vacío.
Si yo no me salvo, ¿lo harás tú?
[Cada vez quedamos menos; acaba de marcharse un fantasma.
Quería saber cómo estoy. Pura formalidad.
Le he plantado cara, le he hablado de tu sonrisa. Le he dado 
con las palabras que me quedan después de besarte.
No sé qué boca habrá entendido. ¿La tuya, la mía?
Las dos son torpes en su cuerpo y esquivas cuando se faltan.]

El poema que dejaste sigue intacto. Aún no lo he probado.
Voy a llenarme de pájaros el silencio hasta que vuelvas.
Siempre lo haces. Siempre. Eso me digo.

viernes, 5 de abril de 2013

creo, luego soy curioso



Creo, luego soy curioso. Si existiera artista que no lo fuera —cosa que no creo, o sería artista que no crea, lo que creería, cuando menos, curioso ( y egoísta, creo)—, sería algo así como una especie rara de gato con todas sus vidas intactas: el que crea de algo ha de haber muerto antes.