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lunes, 27 de agosto de 2012

viernes, 24 de agosto de 2012

no mezclemos


Ella lo acuesta en un verso para pensar en sí misma un rato...
y lo despierta en el siguiente para que le recuerde qué iba a escribir.

Yo querría que él me prometiera que esto no nos ocurrirá a nosotros,
que me dejará a solas con la musa, que la musa no la compartiremos.
Pero él está dormido, dormido, profundamente dormido,
y este silencio es precioso...
Al menos queda este poema, que no le leeré cuando se vaya la musa
y yo entre, con mucho cuidado, en sus sueños.

miércoles, 15 de agosto de 2012

encuentro


La felicidad se ha roto los nudos 
para quedarse bailando 
en los rincones de este encuentro.

Nos encendimos una lamparita invisible 
y los ojos se siguen mirando en la misma luz,
en este ahora perpetuo.

Abres una ventana nueva en tu tiempo 
y mi boca te besa con cada palabra.
Agito un mar distinto en mi vientre 
y tus labios me dicen en toda canción.

Nos ofrecemos un espejo invisible 
y las luces se hablan en la misma mirada,
en este aquí sin mapa.

Tan sutil el reflejo, y tu piel ya es calor.
Tan delicada la luz, y mi piel ya es refugio. 

(Está creciendo un jardín.)

 











imaginación


A mi imaginación siempre le doy 
una oportunidad más:
dejo que ella te acueste en mi cama 
                               (a su antojo,
                                   con o sin ropa, 
                                        como le plazca).
Si vas vestido, 
tarda poco en borrarte las telas.
Si estás desnudo, 
se pone pronto manos, 
tal que si fueran mías.
Te dejas tocar, 
pero yo no te siento
y tú lo debes notar: 
tardas poco en dormirte.
Ni siquiera los ojos te abren.
Los cierro, 
es mi única estrategia:
retrasar el sueño 
hasta que dé contigo
                                  (como si pudiera planear el viaje en ese lado).
No pongo límites, 
no te muevo ni una nube.

Si no apareces, las manos, 
aquí, llegan a mi sexo,
como si tú las mandaras.
Eso imagino, 
eso me hace creer ella:
“Solo él sabe tocarme 
el alma en la piel”, le digo,
y bajas por mi garganta 
como un jadeo mudo
para calentarme 
las entrañas con tu calor.
Trago despacio, 
no tengo más propósito:
dejar que el fuego me diga y, 
si la llama quiere,
prolongar el placer 
de este calor húmedo.